· EL CAMBIO DE LOOK
· EMPIEZO EL AÑO
· LA CALMA QUE ANTECEDE A LA TORMENTA
· LA MADRE, LA HERMANA
· INCERTIDUMBRE
· REFLEXIONES DE DOLOR DE MUELA
Mientras camino por el pasillo me entretengo viendo cómo
discute una señora con Jorge, el de la ventanilla. A medida que me acerco voy
escuchando parte de la conversación, que sigue mientras saludo a G. Ella está
parada en la puerta del consultorio con los brazos cruzados mirando la escena.
–Hola –me saluda sin mirarme.
–Hola –entramos, ella sierra la puerta mientras voy
acercándome a mi lugar–. ¿Qué tal?
–¿Cómo estás? –me dice.
–Bien, ¿vos? –respondo con cierta timidez.
–Bien.
Ella está radiante, distendida. Hacía mucho tiempo que no
nos veíamos, dos meses exactamente. En realidad tendría que haber empezado
antes pero suspendí algunas sesiones por un dolor de muela.
–Tenés otro look.
–¿Eh? –me pregunta desde la puerta, cerrándola de un
portazo.
–Tenés un look más veraniego.
Hace mucho ruido para sentarse mientras habla, con lo que no
logro entender muy bien lo que dice pero me gusta ver sus movimientos, hace
gestos tocándose el pelo, la ropa, se ríe mientras habla del cambio.
–Sí… –respondo, divertida–. Y de la ropa también.
–Sí –dice casi sin interés.
–Es veraniego.
–Y sí, estamos en verano –se ríe–, ¿Y qué tal? ¿Cómo has
estado?
–Bien –espero a que habla pero como no dice nada sigo–. ¿Y
vos qué tal? ¿Tus vacaciones?
–Bien.
Se escuchan las voces de afuera. Ella me mira fijo.
–¿Las tuyas?
–Mmm, raras –espero para hablar–. Me quedé mucho en Córdoba.
–¿Si? O sea que anduvo bastante bien…
–No, me quedé esperando a ver qué pasaba con el trabajo de
acá, y ya que estaba allá, no vine. Pero… sí, estuvo bastante bien. Porque se
fueron como turnando, por momentos iba mi hermana, por momentos mi mamá, qué sé
yo. Entonces, era más tranquilo.
–¿Pero estabas en casa de tu hermana?
–De unos parientes del marido de mi hermana.
–Uhum.
–Que es del campo, no sé.
–No… qué acogedores, porque…
–¿Eh?
–Qué acogedores, digo, ¿no?
–No –digo, como si fuese la situación más normal del mundo–,
funciona así. Es como que… esas familias son así, como… a lo italiano.
–Pero yo conocí… gente de ese lugar…
–La familia es “toda” la familia –la interrumpo–, “toda la
familia”. Y después, sí, estuve en Córdoba en la casa de mi hermana. Conocí
gente. Y volví con… con nuevas ideas –levanto una ceja.
–¿Con?
–Nuevas ideas.
–¿Ahá? –ahora se muestra muy interesada.
–No sé, con esos fines de semana largos no… es como que se
retrasaron algunas cosas pero parece que… que hay decisiones con respecto al
local.
–Ahá. ¿Ya tenés alguna precisión sobre el tema o no?
–Yo no mucho, pero ellos parece que tienen alguna decisión.
–¿Pero nadie les dice nada a ustedes?
–En realidad, como es… estos meses son los meses en donde
todos se toman vacaciones, fue como medio así. Como hay poca gente, poco
movimiento. Me imagino que el año empieza ahora, y ahora empieza a haber como “noticias”.
Cruzo las manos sobre la falda y me siento muy derecha. Ella
me mira fijo.
–Se fueron por lo menos de vacaciones, acá era todo… te
juro, ¡un infierno!
–¿Cómo?
–¡Que hoy era todo un infierno!, allá no sé, ¡pero acá era
todo una locura!
–Sí…
–¿Cuando yo venía para acá?, ¡no se podía creer!
–No, yo también. Está como… pensé que no iba a llegar a tiempo –arrastro un poco la
voz.
–Ah, ¿todavía? Pensé que ahora al mediodía, que no hay mucha
gente… ¡pero si todavía…!
–Sí, está como más… no sé.
–Volvieron todos.
–Están todos locos.
–¡No sé tampoco si no están todos…! –dice y se ríe–. No
están todos.
–Ahora, esta temporada es para los jubilados y no se nota
tanto.
–¿Cómo?
–Esta es la temporada que se van los jubilados y… no se nota
tanto.
–Claro, lo que pasa es que los jubilados se van todo el año,
¿no?, durante el invierno se va…
–Pero las fechas de “verano” de los jubilados son ahora.
–Claro, “las vacaciones de verano” sí. Pero después durante
el año, como están jubilados, se van a todos los lugares que les… ¿contra
temporada? –asiento con la cabeza–. No las pasan acá. Yo tengo una vecina que
es jubilada que cada tanto la veo, me dice “vengo de Salta, vengo de Entre
Ríos, vengo de Misiones” –dice entre risas–. Escapándole al calor todo el
tiempo.
–Qué bueno –digo sin ganas.
–¡Sí, bárbaro!, ¡buenísimo! En vez de quedarse en su casa,
pueden pagarlo en cuotas, todo eso, entonces va y se la pasa afuera…
Nos quedamos en silencio un rato, afortunadamente se
escuchan muy pocos ruidos del otro lado de la puerta.
LA CALMA QUE ANTECEDE LA TORMENTA
–Así que no sé. Estoy en la calma que antecede a la tormenta
–ella asiente con entusiasmo–. Vamos a ver qué pasa.
–¿Y cuál sería la
tormenta?
–Quedarme sin trabajo.
–Ahá.
–Como verás me pone un poco triste a mí –digo irónicamente.
–¿Y por qué sospechás que te podés quedar sin trabajo?
–Porque llegué y… por lo menos el lugar de Avellaneda no
creo que ande más. Y el de Palermo no se ni dónde queda. O sea, nada me dice
que yo siga.
–Y… se me pasó ahora por la mente, ¿si buscas por internet
la marca de ustedes? ¿O de tus patrones? A ver si tienen otro local…
–Y, por lo que tenía entendido no va a ser esa marca, ese
local tiene otro nombre.
–Ellos no fabrican. Venden.
–Ellos venden y, no es que tienen una marca de ropa. No sé
qué hacen. Porque nosotros es como que vendíamos varias cosas, de varios
lugares distintos –ella asiente con la cabeza y se cruza de brazos–. No sé…
igual estoy… conocí gente allá en Córdoba que… No sé, me aburría un poco y
después a la noche no tenía ganas de quedarme con mi hermana y su marido, qué
sé yo. Entonces empecé como a salir, a conocer gente… Conocí a unas chicas y un
chico que tienen un local que… primero me daba como cosa, porque es como muy… –se
escuchan pasos– no sé cómo explicar. Yo estaba del otro lado de la barra y
hablaba con ellos, y…
–¿Qué, era en un bar?
–Un bar… –digo con voz finita– pero, por ejemplo, hay unas
chicas que baaailan. Y después empecé a conocer a la gente de más adentro y me
gustó. Algunos días hasta estuve en la barra, una de las chicas se quería tomar
unos días y la reemplacé.
–Mjm.
–Y me gustó, no sé, porque es como otro trato con la gente,
es más divertido.
–¿Te sentiste mejor?
–Uhum. Sí. Estuvo bueno.
–¿Te propusieron algo, qué trabajes con ellos? ¿Algo por el
estilo…?
–No. Yo les conté que estaba ahí, un tiempo, y que volvía a
Buenos aires, y nada… como iba siempre.
Una vez ella se tenía que tomar unos días y me preguntó si
quería reemplazarla del otro lado, porque hablamos mucho, les conté que yo
tenía experiencia en trabajar con gente…
–Y, pero ¿trabajabas en un bar, tenías experiencia en
trabajar en un bar o…?
–No, porque en realidad me pusieron medio como de… para
estar ahí, los tragos los preparaba este chico, yo… nada, estaba ahí. O sea,
era una intermediaria entre el público y el chico que hacía los tragos –hablo
muy relajada, con los ojos entrecerrados, como queriendo recreando la atmósfera
del bar–. Y me gustó, porque aparte era como para hablar con gente.
–Mjm.
–Después estaban las chicas que bailan que… no sé, me
cayeron re bien.
–Mjm.
–Después iba y… me probé la ropa de ellas, estaba bueno.
–¿Qué bailaban? ¿Alguna cosa en especial?
–No, es como una música ambiente, y bailan. Hay una tarima.
A mí me parecía medio raro, pero después
me di cuenta que es eso, qué se yo –me acomodo el flequillo lentamente y
termino la frase con la intención de restarle importancia al tema–. No sé si
habrá algo más atrás pero tampoco investigué mucho. Me quedé con la parte que
me gustaba a mí –ella tose fuerte, se acomoda en la silla y me mira desde
arriba mientras dice mjm–. Y me di cuenta que me… me gustaría como salir de
donde estoy y tal vez… Este chico me decía que conocía gente acá que tenía lugares
así como… parecidos y tal vez me contactaba. No sé.
–Pero creo que… –me mira de costado, pensativa–, por lo que
decís te sirvió para abrirte un poco, ¿no?
–Sí, yo creo que sí –hablo con sensualidad entre bocinas–.
Conocer gente.
–Claro, pero no… no tener esa barrera continuamente, si no:
vas a un lugar y podés ponerte a charlar y podés pasar del otro lado del
mostrador y volver a donde estabas antes –habla muy rápido, enumerando.
–Sí –digo con el mismo tono que antes intentando resaltar el contraste entre la Clara a la que ella le habla y la nueva Clara que ahora siento estar siendo.
–Sí –digo con el mismo tono que antes intentando resaltar el contraste entre la Clara a la que ella le habla y la nueva Clara que ahora siento estar siendo.
–Y poder, estem… que te sorprenda un poco que baile gente,
no sé, ¿lo hacían en un piso o bailaban…? –me mira frunciendo el ceño, un poco
de reojo– ¿o hacían un baile… striptease? –insiste con la mirada inquisidora.
–Y sí, un poco de striptease hacían –hablo muy bajo.
–No, porque decís –levanta las manos a la altura de la
cabeza y las mueve– “bailaban…
bailaban…” –concluye apoyándose en el respaldo con los brazos cruzados.
–En realidad a estas dos chicas las conocí en un… lugar. Fu
a tomar algo y nos hicimos como amigas, y después me decían de ir a este otro
bar, que trabajaban ahí, qué sé yo, las fui a ver… no sé –otra vez se escuchan
pasos en el pasillo. Hay algunas voces también–. Pero… me cayeron bien igual.
–¡Mjm!
–Aparte les contaba que… que hacia un tiempo yo había hecho…
que había estudiado un poco de música y que era lo que me gustaba y…
–Mjm…
–Y me decían que… que si me ponía a tocar o qué se yo, que
me invitaban a tocar en el bar de ellos. Igual, no sé… –digo sin interés, acomodándome el pelo y
mirando un poco la puerta como si hubiese entrado alguien–. Raro –agrego cuando
veo cómo me mira.
–Claro, porque no… no estabas todavía como para tocar…
–¡No! –digo sorprendida, como si estuviéramos hablando de
cosas distintas–, no puedo tocar nada. Pero me daban… me dieron ganas de volver
a tocar.
–¡Mim! –ella sonríe con los brazos cruzados.
LA MADRE, LA HERMANA
–¡Me saqué unas fotos con mi hermana! –cambio de tema
alegremente y casi sin pausa–, te las iba traer para mostrarte pero no…
–¿Y?
–Me olvidé de traerlas.
Dice algo muy bajo que no entiendo y tose. Después se
incorpora, apoya los brazos en la mesa y cambia de tono.
–¿Y con tu hermana qué pasó?
Suspiro hondo, me acomodo en la silla y también cambio de
tono para hablar.
–No sé.
–¿No?
–El problema es sobre todo cuando está mi mamá que… no sé,
que se genera toda una cosa desagradable.
–¿Entre ustedes dos o entre ustedes y tu mamá?
–Entre nosotras dos.
–Ajá.
–Pero ella tiene algo que ver. Es como, por ejemplo, eh… Nada,
ella tiene un trato muy diferente con cada una de nosotras, entonces… nos hace
poner en un lugar…
Tose muy fuerte y me interrumpe. Después, con la misma mano
que se tapó la boca para tose me hace gestos de que siga, volviendo a taparse
la boca.
–Y tal vez cuando, con mi hermana nos vinculamos sin que
este mi madre, tenemos “otro” trato –acentúo la palabra–. Entonces… se genera
como una cosa…
–No sé si te pasa algo así como que, si están ustedes dos hay
una comunicación de cierto tipo, y si están con tu mamá es… ¿es con tu mamá?
¿Entre ustedes no?
–Algo así, es como… no es que cuando no está mi madre tengamos
mayor comunicación, justamente mi madre lo que hace es pretender que nos
comuniquemos más de lo que tenemos ganas de comunicarnos. Entonces se mete en
el medio y hace que las cosas sean como…desagradables.
–Mjm.
–Por ejemplo, con mi hermana no hablamos mucho, cada una
hace lo que hace, y es como un dialogo más práctico. Por ejemplo a la noche:
“sí, cocino yo”, “los nenes”, “listo”. Así.
–Mjm.
–En cambio mi madre se mete en el medio y quiere que nos
contemos cosas, o que seamos más amigas, o qué sé yo, y es insoportable. Como
por ejemplo, yo tiendo a no hablar o a decirle “sí, sí, sí” –muevo mucho las
manos subiendo los ojos al techo–, y mi hermana tiende a enojarse, a
enfurecerse y a tratarla mal, entonces se genera como una cosa horrible. Y si
ella no está yo no hablo, mi hermana no me trata mal porque no hace falta –tose
y se tapa la boca muy fuerte como queriendo evitarlo–. Así que por suerte se
fue. Y en realidad yo tendría que haber vuelto pero dije “¿qué voy a volver a
hacer ahí a Buenos Aires?”.
INCERTIDUMBRE
–¿Hasta cuándo te quedaste?
–Y, hasta… ¿finales de agosto? ¡De enero! –me corrijo.
–¿Todo enero?
–Si, porque me debían días y los pedí. Días de… que se van
acumulando así, mucho.
–Ajá…
–Los fui pidiendo y, se ve que no les interesa nada. O
pensarán que después cuando liquiden todo, eso me lo tienen que devolver. No
sé, me está quedando cada vez más claro que ahí parece que no sigo –tose–.
Igual me gustaría que me echen así tengo un resto para buscar otra cosa.
–Mjm, ¿vos pensás que van a huir despavoridos? O que un día
vas a llegar y vas a encontrar todo cerrado, esa es tu fantasía –carraspéa la
garganta.
–Sí, porque según hablé con el esposo de mi hermana, eh… que
sabe un poco de eso, me dijo que… que si me hubieran querido despedir por lo
menos un mes antes me envían como… algo, un telegrama de despido, no sé.
–¿Él es abogado? –pregunta entre bocinazos que vienen de la
calle.
–No, pero tiene una empresita –digo despectivamente–. Tiene
una marca de… una ropa deportiva, tipo camperitas, joggins. Entonces sabe un
poco de esas cosas.
Nos miramos un rato y siento que somos dos ancianas, que ya
no hay nada de qué hablar.
–Así que así volví –digo suspirando.
–Claro, lo que pasa es que vos, al estar en negro, no tenés
sindicato, no tenés nada.
–¿Al estar en negro no tengo qué?
–Sindicato, digamos. Como para preguntar a un abogado de un
sindicato.
–No, no tengo nada.
–Tenés que ir al Ministerio de Trabajo.
–Sí.
–¿Fuiste a que te asesoren? Para averiguar… a ver.
–Igual las chicas que… con las que me encontré de ahí, del
local, una me habló de… que estuvo investigando algo, no le presté mucha
atención pero pareciera que sabe lo que hay que hacer si…
–Ah.
–Se ve que se organizaron un poco ellas. O que cayeron en la
cuenta de que ya no da para más –hago una pausa, miro la ventana cerrada y
pongo las manos entre las piernas y la silla, pero enseguida las saco y me
cruzo de brazos–. Hoy llegué y es todo un asco, está todo peor que nunca. No
quiero ir más la verdad.
Dice que no mientras asiente con la cabeza.
–Porque se suma que está todo como abandonado, como medio
vaciado.
–Como si lo dejaran caer.
–Como si ya… ya está, o sea: ya está. Están como aguantando
algo que no sé qué es. O están esperando que nos vayamos, no sé qué están
haciendo.
–Sí –tose–, todo
misterioso, ¿no?
–Me imagino que ahora que terminaron los fines de semanas
largos y que empieza marzo y que ya nadie más se toma vacaciones, que vamos a
estar “todos”… o arrancaremos o se definirá algo, no sé.
–Mjm.
–Andá a saber. El tema es que me quedé un mes allá –digo
pausadamente, hago una pausa y vuelvo a hablar pero muy rápido– y me gasté
todos los ahorros. Si me quedo sin trabajo no sé qué voy hacer.
–Buscar otro.
–Sí, pero mientras tanto… conseguir un trabajo es ir a
trabajar todo un mes sin que te paguen, ¿y todo ese mes qué hago?
–Bueno, pero tenés eso que te pagaron… el mes último que te
pagarán ahí –no respondo, entonces me mira con la cabeza inclinada hacia un
lado–, ¿no?
–Sí, pero es con lo que pago los gastos.
–Bueno, pero igual es como cada mes. Cobrarás a fin de mes.
–Por eso, cobro a fin de mes. Y después, ¿entre que cobro
eso y consigo otro trabajo?
–¿Y vos pensás que te va a costar mucho conseguir trabajo?
–Y, sí... No es “ay, quiero un trabajo”, y te dan un
trabajo.
–No, depende, hay gente que no consigue ni por casualidad y
hay gente que consigue rápidamente y no sé de qué depende. No sé, no te estoy
hablando de que bueno, de que tenga una determinada profesión –carraspea la
garganta–, una carrera, ¿no? Hay gente que no tienen una profesión la verdad
pero que… no sé qué cosas tendrán, si será su actitud o qué, pero consiguen
trabajo. Y otros que buscan, buscan, dejan currículums y no consiguen trabajo.
–Sí, no sé.
–No, igual de vendedora es algo que siempre piden.
–¡Ah, pero la idea es…! ¡Yo no quiero ser más vendedora!
–¿Mjm?
–Y allá me di cuenta que… que me interesan otras cosas.
–Ajá. Bueno, eso es bueno, ¿no? Que te dé un poco de energía
como para volver a buscar algo más, ¿no?
–Sí.
–Y, ahora cuando volviste acá, ¿qué sentiste? ¿Qué te
aplastabas de nuevo?
–Una sensación parecida a lo que sentí en el local la sentí con mi casa. Me di cuenta que es todo cerrado, que es cerrada… Que está pintada… hace más de diez años que no la pinto. O sea, yo casi no estoy y no es que están mal las paredes, pero es… el tiempo pasa igual. Y los muebles… ¡y todo igual!, ¡hace como diez años todo igual! No me gusta más mi casa, bah, no sé si alguna vez me gustó pero no me gusta más. No me gusta más mi ropa. No sé.
–Una sensación parecida a lo que sentí en el local la sentí con mi casa. Me di cuenta que es todo cerrado, que es cerrada… Que está pintada… hace más de diez años que no la pinto. O sea, yo casi no estoy y no es que están mal las paredes, pero es… el tiempo pasa igual. Y los muebles… ¡y todo igual!, ¡hace como diez años todo igual! No me gusta más mi casa, bah, no sé si alguna vez me gustó pero no me gusta más. No me gusta más mi ropa. No sé.
–¿Y qué sentis?
–No sé. Me di cuenta que me gustaba salir a la noche.
–Mjm –ella me mira con el mentón casi tocándole el pecho.
–Y todo lo que pasa, así, es otro mundo. Otra gente. No sé,
otros códigos, no hay que tomarse el colectivo para ir a trabajar y volver.
Todo eso. Comer la comida del tupper.
–Pero… aunque trabajes de noche también tenés que “trabajar”
–acentúa la palabra pero usa un tono de voz muy suave–. Trabajar y todo lo
demás.
–Sí, pero me parece distinto.
–Claro, a lo que yo me refiero es a que, que el hecho de que
vayas con ganas a hacer lo que tenés que hacer…
–¿El hecho de que, qué?
–Vayas con ganas y que no te agobie el traslado y todo lo
demás, ¿no? Porque no es lo mismo…
–Muy distinto –la interrumpo– es viajar a la mañana todo
apretado con un montón de gente que…
–Bueno, igual vos…
–Dormida, que… Otra cosa es más a la noche, que vas más
relajado, te cruzas con otra gente –hablo pausado dejando que mi cuerpo se
mueva con las palabras como un junco al viento–. No sé. O al menos eso es lo
que me imagino, porque tampoco es algo que yo haga.
–Ajá. ¿Y te dieron nombres o… algún dato?
–No, quedamos en que íbamos hablar. Yo les dije que les iba
a contar como me estaba yendo con el local porque cuando me fui la verdad es
que me dio una especie de temor todo eso y lo dejé estar.
–Ajá.
–Pero ahora que estoy ahí y que es tan chato y que me aburro
tanto y que no quiero eso de vuelta, ni en otro local… no sé.
–Sí. Lo que suena peor es esa incertidumbre, ¿no?
–¿Cuál, la del local?
–Uhum. No es que dicen: “miren chicas, nosotros a partir de
tal mes no vamos a estar más, así que bueno, ya está” ¿no?, o “Sí, vamos a
seguir con este y mientras tanto vamos a abrir otro local, y en un tiempito
vamos a llevar a algunas de ustedes o no, a ustedes no las vamos a llevar”, o
“¡Sí, las vamos a llevar a todas!” ¡Algo! Y no eso de que se va como…
–Y pero el mundo es así –digo con voz nasal.
–Mmm, no sé.
–Las cosas así no están tan claras, las cosas no son claras.
Incluso cuando parecen ser claras no son claras, porque atrás de eso hay cosas.
–¿Y ustedes no las pueden aclarar? –me interrumpe con
impaciencia.
–Yo, la verdad, no tengo ninguna motivación de nada –sigo
hablando con voz nasal–. Estoy esperando que hagan lo que tengan que hacer. La
verdad que no, perdí todo el interés.
–Claro, perdiste el interés de seguir trabajando ahí, pero
porque te aparecieron otros intereses.
–Pero antes tampoco tenía interés en trabajar ahí.
–Claro, pero no con esta sensación de ahora, que no te bancas
más ni un minuto. Eh… pero… como que hay otra cosa más.
–Después hay algo que me paso allá, y es que… –la miro un
rato y sonrío– tomé mucho alcohol.
–Ajá.
–Yo nunca tomé alcohol y, no sé, me di cuenta que es muy
bueno para vincularse con la gente.
–Ajá. Te resulta a vos bueno para vincularte con la gente.
–Creo que en general.
–No. Hay gente que se vincula mucho…
–Es como que te relaja un poco –la interrumpo.
–Con la… con otros, gente que toma alcohol y no larga hasta
ponerse medio triste, y en vez de comunicarse con los demás, se ponen
angustiosos, gente que se dispara y no la banca nadie y todos le huyen. No es
fácil, en cada persona es distinto. Y gente que no necesita alcohol, es súper
comunicativa –carraspea la garganta.
–Bueno, yo creo que gracias a eso es que me hice amiga de la
gente de ahí. Y aparte también a que iba casi todos los días.
–Ajá.
Hacemos un largo silencio.
REFLEXIONES DE DOLOR DE MUELA
–Así que… estoy pensando algunas cosas.
–¡Ajá! –gesticula con entusiasmo.
–No quiero estar más ahí, quiero ver como es el mundo acá,
ese mundo que me gustó allá, ver si existe acá.
–Como existir, existe. Probablemente sea distinto. Pero…
–Y, pero una cosa es que exista el mundo y otra cosa es… si
me puedo llegar a vincular con la gente de acá.
–Uhum.
–No sé –suspiro.
–¿Y? ¿Cómo pensás que sea?
–No tengo idea. Por eso ahora estoy pensando... lo pensé
estos días que estaba muy de mal humor por esto de la muela y qué sé yo.
–Ah, ¿se solucionó? –la miro sin entender–. ¿Se solucionó?
–Sí…
–Eso de tu muela.
–Sí, me dijeron eso de… que te sacan todo, no sé.
–¿Pero no te sacaron?
–¿La muela?
–¿No te la cortaron para ponerte una prótesis?
–No.
–Ah. No, no, porque hay algunos que te hacen eso. Te dicen
“ah, te tengo que hacer un perno y corona”. Te hacen el conducto y después te
quieren hacer perno y corona. Y a veces es una muela que no necesita que le hagan
conducto e inmediatamente perno y corona. Te digo porque me ha tocado con
varios pacientes que tuvieron… porque es una forma de la gente inescrupulosa de sacarte dinero.
–Claro.
–En cambio “un buen dentista” trata de conservarte “todos”
tus dientes, muelas y demás, ¿no?
–Claro –respondo divertida–.
–Entonces, como me enteré de eso es que te digo, si te
quieren decir “no, bueno ya está, ahora hay que hacer perno y corona” Decí: “No,
¿qué?, haceme una curación y…”
–Sí, igual aunque me lo ofrezcan no lo voy a poder hacer.
–Claro, pero en realidad esta gente… en este caso no es que
lo ofrecían, si no que le decían que.. y eso que te lo hacían en la Facultad de
Medicina, ¿eh? Pero en la Facultad de Medicina ha mucha… mucha… –chasquéa los dedos haciendo memoria– mala
praxis en ese sentido. Báh, mucho negocio. Aunque no parezca, desde que a una
persona le inventen una caries en un incisivo porque en el trabajo práctico
tiene que tener una caries arreglada en un incisivo a… ¿no?
–Qué bárbaro –suspiro sin ganas–, ¿no?
–Así que, entonces te dirían: “ahora en un momento dado te
tenés que hacer perno y corona, pero mientras esperamos te voy a hacer una…” ¿viste
esto cuando te tapan con pasta, una masa o algo así que funciona como una
obturación? Entonces bueno, estás pendiente de eso y paca paca –hace un gesto
con las manos como si estuviera desembolsando mucho dinero.
–Bueno, pero por lo menos no me duele.
–No, no, si no te duele…
–Pero tengo que ir a ver si me… No, ¡pero tuve una semana!
–Claro, pero no es que te hicieron el conducto y no te lo volvieron
a tapar.
–Claro.
–Ya no te duele.
–Mjm, está perfecto.
–Así que ya está.
–Bueno, y así con todo ese mal humor estuve como meditando
sobre varias cosas… ahora me olvidé lo que te iba a decir.
–De cosas que tenías ganas de hacer, después de…
–Y más que ganas de hacer –la interrumpo–, eran ganas de no
hacer. Dije “a ver”. Porque quise pensar en qué quería hacer y tenía como una
especie de paredón de lo que no quería hacer, que no me dejaba pensar en lo que
quería hacer. Entonces dije “bueno, está
bien, entonces vamos a pensar en lo que no quiero hacer, ya que lo tengo acá” –nos
miramos un segundo y empiezo a enumerar–: No quiero ir más a ese lugar, no
quiero vivir más en esa casa, no me gusta más mi ropa, ehm… quiero conocer
gente, quiero divertirme… eso.
–Bueno, parece que planificaste –me dice con una sonrisa.
–Yo solo espero que me den algún dinero por haber estado
tantos años ahí como para poder tener un aire y buscar otra manera de vivir.
Nos miramos en silencio.
–Y… ¿buscar un trabajo de bar-tender?
–Bar-tender –repito casi como haciéndole burla–. A ver, ¿qué
es eso?
–Los que atienden en los bares –me dice alegremente–. No es
lo mismo que… barman o barwoman, que son los que preparan los tragos, pero son los
que bueno, esos que pasan y van sirviendo a la gente…
–Bueno, eso fue lo que estuve haciendo.
–O llevando a las mesas….
Bueno, ellos me decían que…
–Hiciste una experiencia y…
–Que les hubiera gustado… –la interrumpo– En un momento, eh…
cuando estaba con las chicas que bailan, en los camarines, me probaba como
cierta ropa que tenían y me decían: “ay, estás divina, qué sé yo, tendrías que…
que ser…”. Porque había una que se llama Lorena, que era la que llevaba las…
como las copas y todo a las mesas, y se vestía toda así, como más provocativa.
–Ah.
–Y… pero estaba embarazada, iba a poder trabajar uno o dos
meses más y después ya no. Y me decían “ay, quedate… trabajá acá”.
–¿Te daban ganas de quedarte allá?
–Lo que pasa es que… ¿en Córdoba? –digo despectivamente.
–¿Y?
–¿Con mi hermana?
–Pero no tenés que estar con tu hermana, podés alquilar un
departamento y vivir allá. Y vivir tu vida.
–No, no es taaan fácil con la familia cerca. Son muy… imagínate,
está lejos y se mete en mi vida… ¡imaginate si estoy allá!
–¿Tu hermana?
–Como que le habla a mi mamá para que mi mamá como
interfiera con cosas, entonces yo trato de no hablar, entonces… es como una
cosa así. Y eso me encierra mucho. Si estoy cerca tendría que estar todo el
tiempo encerrándome, escondiéndome, para que no vean lo que estoy haciendo
porque ni les conté que estaba yendo a ese bar.
–Igual si trabajas en un bar no vas a poder chupar así, porque… –Las chicas tomaban igual.
–Claro, pero no tomarían lo mismo que uno toma si es cliente.
–Claro –la miro desanimada–. La verdad es que no sé.
–¿Y qué esperas?
–Por lo pronto voy a ver qué pasa con el localcito.
–¡Mjm!
–Aparte voy y hago cosas como… me divierto –digo esto y me río–. El otro día fui y me había tomado un trago antes de entrar –hablo entre risas.
–¿A la mañana?
–Sí.
–Entraste “feliz”.
–Y estaba así y… y de repente decía “ay, esto no va acá” y lo tiraba así para el costado –me río–. Todos me miraban como “¡¿Clara?! ¿Qué haces?”. No sé, por ejemplo “qué sucio que está, vamos a ensuciar más” y ensuciaba más, qué sé yo.
–Ibas en pedo directamente –me dice divertida.
–En pedo y encima a romper cosas. Estaba ahí y me reía, qué
sé yo. Y ahí como que… imagínate, en la cocina está todo sucio y de repente
dije “ay, está todo sucio, ensuciemos más” y empecé a tirar unas cosas así,
quedo todo tirado, todo un asco. Y después las cositas las tiraba al piso. Y al
principio estaban “¡ay, Clara!, qué sé yo” y después al final una de estas
chicas me terminó diciendo que había estado investigando a ver qué se podía
hacer. Al final… –me pongo seria– las tratas mal o haces cualquier cosa y te
quieren más –hago un silencio y vuelvo a reírme–. Estoy teniendo muchas
lecciones de la vida últimamente.
–O por ahí te pudiste correr de un determinado lugar, ¿no? –me
interrumpe, parece enojada u ofendida.
–Sí, no sé –digo con un suspiro, como si se tratara de algo
superado.
–Que parece que vos decís que de ese lugar te podés correr
solamente con alcohol.
–¿Con alcohol?
–Uhum.
–No sé. Dio la casualidad de que…
–Claro, pero decías primero que mientras vivías allá y
tomaste mucho alcohol, que eso te permitió relacionarte con la gente, ser más
abierta. Y acá, te pudiste relacionar de otra manera con tus compañeras.
–Es que no me quería relacionar con ellas, yo simplemente me
estaba aburriendo y para…
–Claro –me interrumpe–, pero finalmente todas son formas de
relacionarse, ¿no? El hecho de estar en determinado lugar es una forma de
relacionarse con los otros. “Ustedes son
así, yo puedo ser peor”. Entonces, dicen “ah, sos de las nuestras pero no… pero
qué…” Sos más –carraspea la garganta– inescrutable.
–Inescrutable –repito otra vez haciéndole burla– ¿Qué es
inescrutable?
–Que no se puede “escrutar” –dice y carraspea la garganta.
Me río por la respuesta y vuelvo a preguntar.
–¿Y qué es escrutar?
–Descifrar, penetrar.
–Ah. Está bueno el nombre –hablo entre risitas–. Si tengo
una banda de música le voy a poner “Los Inescrutables” –termino la frase
riéndome mucho.
–Está bueno –dice con dulzura, después se ríe–. Siempre que
veo los títulos que se ponen, los nombres que se ponen las bandas, digo “¡qué
bárbaro, nunca se me hubiera ocurrido!”.
–Sí, ¿no?
–Bueno Clara –da un golpecito en la mesa–, por hoy dejamos.
Se levanta y me invita a levantarme con un gesto.
–Bueno.
–Chau, chau –habla mientras camino rápido hasta la puerta–.
Hasta el jueves.
–Hasta el jueves, ¿dejo abierto?
–Sí.
–Chau.